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Subir al Preikestolen - Noruega

Una de las actividades para realizar cuando uno se encuentra en Stavanger es acercarse hasta la población donde comienza la subida al Preikestolen (de Stavanger es coger un ferry y luego un autobús). Al parecer da igual la época del año pues la subida al Preikestolen está llena de turistas decididos a llegar a esta impresionante roca plana como una plancha que llaman “El Pulpito” por semejarse a uno. La subida no es difícil sino intensa, es decir, no es hacer el esfuerzo de subir al Waynapichu y ya, sino que es una subida larga cambiando de tipo de camino.

Por lo que uno empieza con escaleras de piedra, luego se encuentra con zonas “planas” con una serie de grandes agujeros en rocas grandes, luego vuelve la subida pero en camino de piedra y tierra con arboles alrededor, luego una subida de piedras grandes (buscar el sitio por donde conseguir poner el pie para subir entre tanta gente) y otra explanada con preciosas vistas pues hay rocas planas y sin árboles alrededor (ya se ve el fiordo y el mar), luego de nuevo subida, otra vez rocas, a elegir cuál es el camino mejor entre roca gran y mega grande, tras la subida una bajada (lo peor para mi opinión porque hay que tener ojo donde colocas los pies), y luego pasar un camino de madera que atraviesa una laguna rodeada de piedra montañosa, y luego de nuevo otra subida de rocas grandes, y luego otra vez una bajada, y luego subida y llanos con lagos donde la gente se para a comer o descansar disfrutando del paisaje y las lagunas. Y sigue un camino recto hasta llegar a una pequeña subida con un camino estrecho y protegido con unas cadenas para los turistas incautos. Y básicamente el camino es así, subir, bajar, andar. Es decir, nada que ver con el Waynapichu que es todo subida montaña y luego bajada.


Si a uno le gusta andar y disfrutar del paisaje cambiante de la naturaleza, esta subida es recomendable, y sino también es recomendable solo por las vistas del final. Y es que cuando llegas al Preikestolen lo fascinante no es la piedra sino las impresionantes vistas y la caída vertical que se tiene desde la roca. El fiordo se ve inmenso, y uno se siente pequeño cuando ve a lo lejos los barcos cruzar el fiordo o las cascadas de los valles. La impresión que da el lugar visto desde de arriba es algo parecido a lo que sería sobrevolarlo desde el aire. Con esas increíbles vistas del fiordo uno se siente muy pequeño en comparación, y no es lo mismo que verlas desde el barco.



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