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Recreación del Baile de la Duquesa de Richmond - Belgica

The Duchess of Richmond Ball, Bruselas

Quedamos en el apartamento de Margarita para vestirnos y salir las cuatro juntas hacia el Chateau de Sante-Anne donde se celebraba la recreación del baile que la Duquesa de Richmond; baile que organizó la duquesa de Richmond en una Bruselas muy diferente a la de ahora, en la que hace doscientos años estuvo presente Wellington y sus oficiales antes de la batalla de Waterloo donde vencieron al ejercito de Napoleón. Nos ayudamos las unas a las otras para vestirnos, pues los corsés, camisa-enagua, vestidos y demás complementos de la época no son sencillos de poner. Era el primer baile de mi amiga y creo que lo disfrutó muchísimo, aunque he de decir que fue un baile excepcional en el que se cuidó hasta el último detalle (o al menos se vio que se intentó). Cogimos un taxi entre cuatro para llegar al Chateau de Sante-Anne donde se celebraba la recreación del baile (en coche nos costó aproximadamente una hora llegar). El problema del vehículo actual es que el cinturón de seguridad nos arrugó (a menos a mí) completamente el vestido, aunque hubo algunas que no se pudieron el cinturón (yo aprecio mi seguridad más que mi aspecto). Por supuesto no fuimos las primeras en llegar, pero tampoco las ultimas lo que nos permitió disfrutar de los jardines alrededor del chateau. Nada más llegar el taxi nos dejó en la misma puerta del chateau y descendimos como si hubiera sido nuestro coche de caballos el que nos hubiera llevado hasta ahí, el sol todavía brillaba fuerte en el cielo así que mientras nos arreglábamos los vestidos para estar presentables nos encontramos con el resto de españolas que llegaban en otro coche. Aunque la recepción era por la puerta principal del chateau, el sol y la refrescante fuente del jardín invitaba a dar un tranquilo paseo. Tras un momento de recomponerse, atarse las cintas de los zapatos y curiosear el lugar, nos acercamos a la parte de atrás del chateau para disfrutar de los jardines y de la sombra que estos nos daban. La sorieé comenzó con un tentempié y champan. Los invitados que iban llegando salían a los jardines para disfrutar de la magnífica tarde mientras se saludaban entre sí los conocidos, mientras que los desconocidos teníamos que esperar una oportuna presentación. Una de las amigas de Elba me presentó a alguien que ya conocía pero nunca habíamos sido formalmente presentadas, aunque siempre he admirado algunos de sus vestidos y su habilidad para el baile. Mientras el resto de gente socializaba permanecimos en un bonito rincón del jardín, a la sombra y rodeado de vegetación que nos permitía curiosear a todos los invitados, tanto los que ya estaban presentes a nuestra llegada como los que iban llegando al baile. La cena había sido programada para las seis de la tarde pero entre el champan, los aperitivos y la agradable tarde todos los invitados nos quedamos disfrutando de los jardines algo más de lo previsto, así los cabaleros y militares se ponían al día charlando entre sí y las damas apreciaban los trajes y adornos que llevaban, algunas más a la última moda, mientras que otras eran más discretas. Finalmente los sirvientes, con su librea y peluca correctamente colocada durante toda la noche, nos avisaron de que la cena ya iba a ser servida en la segunda planta del chateau. Una vez arriba los grupos, distinguidos entre países o clases sociales se dispersaron en la distribución de los invitados en las mesas. Al inicio estaba sentada entre un caballero y una dama ingleses pero un caballero inglés insistió en cambiar su lugar, algo fuera de lo habitual, para que me sentará con las otras dos españolas, aunque he de decir que no conversamos mucho, tal vez cohibidas por el acto tan fuera de protocolo y lleno de galantería. El salón donde se sirvió la cena tenía unas hermosas lámparas y solo desentonaban las botellas de agua con la etiqueta. La cena fue un primero que no recuerdo qué era pero no me gustó, lo cual era lógico conociendo mis gustos tan poco refinados, el segundo fue cordero y el postre delicioso chocolate caliente dentro de chocolate duro y cubierto en la parte de arriba por helado de vainilla, sin duda lo mejor de la cena. Al poco de comenzar la cena un caballero, temo no poder decir el nombre correcto pues no veía y apenas oía, se levantó para brindar, apenas escuche que brindábamos por el rey de Inglaterra, por lo que nos pusimos en pie levantando nuestras copas brindando por el rey y la victoria sobre Napoleón. Continuamos con una agradable cena, mientras escuchaba las conversaciones a mi alrededor (ni siquiera conocía a la gente con la que estaba sentada por lo que no sabía que decir, aunque algunos los había visto en el baile disfrutado en la Isla de Elba cuando Napoleón estaba desterrado). Otro brindis llegó, esta vez por alguien de Holanda caído en batalla. Hay cierta incomodidad en estos vestido a la última moda de 1815 por los cuales levantarse y sentarse no es cosa fácil. Tal vez no fuera lo más adecuado pero con el calor de la sala algunas damas, incluida yo, sacamos el abanico para refrescarnos, aunque somos las que menos deberíamos quejarnos porque los hombres seguían con sus chaquetas, chalecos, camisas, pañuelos correctamente colocados. Llegó el último brindis, este por las damas presentes, al que siguieron todos los caballeros. La cena hubiera sido perfecta sino hubiera acontecido un pequeño alboroto en mi mesa, al parecer una de las sillas se rompió y el caballero de enfrente cayó al suelo derramando la copa de vino tinto sobre él. La duquesa vino presta para ver qué pasaba pero el desconsuelo de la esposa del caballero era palpable y lógico tras semejante contratiempo. No sé cómo lo arreglaron pero al final de la noche vi al caballero durante el baile y pude percatarme que su chaqueta ya no estaba manchada de rojo, aunque no puedo decir si su chaleco de seda consiguió salvarse del desastre. Salimos de la cena para acercarnos al tocador y asearnos antes de bajar a la planta de abajo para disfrutar del baile. Mientras charlábamos nos entretuvimos y apenas vimos el comienzo del baile desde lo alto de las escaleras, cosas del lugar y la época impedían tener un lugar más amplio para un baile así. Desde arriba mi amiga y yo distinguimos el sonido de las castañuelas y cuando bajamos pudimos descubrir como el maestro de baile las usaba ocasionalmente para marcar los pasos del baile, y que recuerdos nos trajo eso a nuestra memoria, pues de niñas habíamos hechos ambas jota, y nuestra profesora de baile siempre nos marcaba los pasos con las castañuelas. Por tema de espacio los músicos se encontraban cerca del hueco de la escalera pero aunque el lugar no era un palacio ruso o una elegante casa londinense (hay que tener en cuenta que estábamos en guerra y que Napoleón se adentraba en Bélgica), el baile resultó espectacular. Ninguna dama quería dejar de bailar, aunque como no conocíamos a nadie no tuvimos ninguna pareja de baile, así que de dos bailes que sabía solo pude bailar uno. Siendo malvadas he de decir que mi amiga y yo disfrutamos criticando cuando no bailábamos, entre el afán por no perderse un baile en un lugar tan pequeño y la falta de habilidad o conocimientos de algunas parejas de baile nos daban imágenes muy divertidas, donde no hubo ningún accidente pero pudo haberlo (hasta hubo parejas que se intercambiaron los roles y ni siquiera se dieron cuenta).La duquesa muy amablemente habló con todos los invitados, y disculpándose de no poder atendernos a todos y nos dio un par de agradable sorpresas cuando en un descanso del baile el duque de Wellingtn y la duquesa de Richmond nos hicieron salir a la terraza donde nos esperaba una maravillosa sorpresa. Cuando todos los invitados estaban ya en el jardín o en las escaleras del chateau llegaron los soldados de un regimiento que no sé distinguir (en uniformes militares me pierdo con tantos aliados) desfilando las banderas y tocando música militar. Y frente a nosotros en el jardín nos ofrecieron un espectáculo de música y disciplina digno de aplaudir. Tras ello los soldados se quedaron en el baile, y algunas parejas salieron a la oscuridad de los jardines. Mucho antes que nosotras los soldados tuvieron que volver a su campamento cerca de Waterloo pero permanecieron un tiempo en el baile, dándole un toque de color con sus uniformes. He de decir que algunos caballeros se excedieron en el champan y que posiblemente lamentaron quedarse con sus trajes de gala hasta tan tarde en el baile pues al día siguiente tenían instrucción (no quiero saber cómo consiguieron pasarla). El baile fue interrumpido cuando Wellington recibió un mensaje urgente, y tras leerlo nos llamó a todos la atención para comunicarnos, cono horror para las damas ahí presente, que Napoleón se acercaba a Bruselas, y que antes de llegar le harían frente, por lo que el baile podía continuar y los oficiales podrían terminar de bailar antes de salir hacia la batalla: “Que continúe el baile dijo Wellington”. Sobre las dos o las tres de la mañana nos fuimos marchando, las damas las últimas en abandonar el lugar. (Que yo creo que hubiéramos llegado antes en coche de caballos que en taxi al hotel, porque a los taxis les costó llegar). La fotografía de la entrada pertenece a Simon Walde y fue hecha durante la cena, para ser más auténticos en la recreación no estaban permitidos ni móviles ni cámaras por lo que solo tenían cámaras los fotógrafos profesionales contratados para el baile. 

Fotografía de la entrada: All rights reserved © Copyright Sander de Wilde

Visita: Junio 2015


Comentarios

  1. Anónimo1:15 a. m.

    Parami fue mi primer baile y fue espectacular! Muchas gracias por hacerme participe de el! Un maravilloso recuerdo e experiencia inolvidable en mi vida.

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